Capi - Santa Maria Golf Club

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Capi - Santa Maria Golf Club

Bienvenidos.

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Un nuevo vecino

Capi, un valiente capibara bebé, es arrastrado lejos de su familia por una inundación y termina en el campo de golf Santa María, donde un jóven golfista llamado Diego lo rescata. Juntos, forman una amistad especial mientras Capi aprende a ayudar en el campo y buscan a su familia perdida.

Capi era un pequeño capibara que vivía feliz junto a su familia en las orillas de un río tranquilo. Sus días transcurrían entre juegos en el agua, comiendo hierba fresca y disfrutando del sol.

Todo parecía perfecto, hasta que un día el cielo se oscureció y una tormenta feroz desató una inundación inesperada. El río creció rápidamente, y la familia de Capi intentó buscar refugio en tierra alta. Sin embargo, la corriente era demasiado fuerte, y Capi fue arrastrado lejos de su familia. Mientras flotaba en el agua, asustado y solo, no sabía que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

Después de ser llevado por la corriente, Capi llegó a un lugar completamente nuevo: el campo de golf Santa María. Aturdido y confundido, salió del agua y se escondió en unos arbustos. Pero al intentar moverse, quedó atrapado en una malla.

Fue entonces cuando Diego, un joven golfista, escuchó los débiles chirridos de Capi.

Diego, siempre curioso y bondadoso, dejó su palo de golf y se acercó con cuidado. “¡Un capibara!”, exclamó al verlo. Con paciencia y gentileza, liberó a Capi de la red.

Diego le dio agua y un poco de lechuga , ganándose la confianza del animalito. Desde ese momento, Capi y Diego se hicieron inseparables.

Con el paso de los días, Diego no solo cuidó de Capi, sino que también le enseñó a ayudar en el campo de golf. Capi aprendió a recoger pelotas del agua, utilizando sus dotes de nadador.

....

Con el tiempo Capi descubrió que muchos jugadores en Santa Maria dejaban sus divots en el green sin arreglar. Diego le enseñó como repararlos.

Diego también le enseñó a rellenar pequeños agujeros en el fairway con arena. Usando sus patas y dientes, Capi empujaba la arena y sellaba los mismos.

Un día, mientras Diego estaba practicando sus tiros, se le ocurrió una idea. Miró su propia gorra verde, la que llevaba siempre que jugaba golf, y pensó: —Capi se merece algo especial. ¡Algo que demuestre que es parte del equipo!

Desde ese día, Capi llevó su gorra verde a donde fuera. El campo de Santa Maria se mantenia en excelentes condiciones. Mucho comentaban lo profesional que se veía con su nueva apariencia. —¡Miren a Capi! ¡Es el asistente más elegante y comprometido del campo! 

Con el tiempo, Capi y su gorra verde se convirtieron en una leyenda del campo de golf Santa María. Para todos, no había mejor dúo que Diego y su fiel amigo. 

Aunque Capi parecía feliz en el campo de golf, Diego sabía que extrañaba a su familia. 
Un día, unos golfistas reportaron haber visto un grupo de capibaras cerca de uno de los lagos del campo.

Capi sin perder mucho tiempo busco un carro de golf y se fue al area Norte de Santa María.

Capi se congeló. Había pasado tanto tiempo desde que vio a su familia. Corrió hacia su padre y lo nuzó con alegría. —¡Papá! ¿Cómo me encontraste? —Nunca dejé de buscarte —respondió su padre—Tu madre y los demás te extrañan mucho. Es hora de volver a casa, mi hijo. Este no es lugar para un capibara. No eres humano. Perteneces con nosotros, en la naturaleza.

El corazón de Capi se hundió. Amaba a su padre y a su familia, pero la idea de dejar a Diego y la vida que había construido en Santa María lo llenaba de tristeza. —Pero, Papá —comenzó Capi, con la voz temblorosa—, soy necesario aquí. Diego me salvó. Me dio un propósito. Yo lo ayudo a el y  este lugar. Este es mi hogar ahora. Su padre negó con la cabeza. —Eres un capibara, Capi. Perteneces a los ríos y las llanuras, no entre los humanos. Ellos no pueden entenderte realmente. Nunca serán como nosotros.

—Este mundo no es seguro para nosotros. Los humanos tienen sus propias vidas, sus propias necesidades. ¿Qué pasará contigo cuando ya no les seas útil? Capi se erguió, con su gorra verde ligeramente ladeada. —Diego no es así, Papá. Él no me ve solo como útil, me ve como un amigo. Y este lugar, Santa María, me necesita.

Los golfistas, los trabajadores, incluso el césped… cuentan conmigo.

He marcado una diferencia aquí, Papá.

¿No es eso lo que siempre me enseñaste? A marcar la diferencia donde pudiera.
—Cómo marcaste la diferencia Capi, explícame? Nada de esto hace sentido.

 —Capi miró a su padre con seriedad—Cuando llegué a Santa María, uno de los mayores problemas eran los divots.
Su padre inclinó la cabeza con curiosidad. —¿Divots? —Sí, Papá. Los divots son pequeños trozos de césped que se levantan cuando los jugadores golpean la pelota o caen en el green.
Al principio, nadie los reparaba, y el campo comenzó a verse descuidado. Era como si nadie se preocupara por el daño que dejaban atrás. El padre de Capi asintió lentamente. —Entiendo. Y, ¿cómo cambió eso?

 Capi sonrió, su gorra verde ladeándose ligeramente. —Diego, me enseñó cómo repararlos. Usaba arena o volvía a colocar la hierba en su lugar con cuidado. En el green usaba un tee para cerrar los agujeros. Me di cuenta de que, si nadie hacía algo, el problema solo empeoraría. Así que comencé a arreglar cada divot que encontraba.

 —Pero eso no fue suficiente —continuó Capi—. Me di cuenta de que había demasiados para arreglarlos solo. Entonces un día, mientras trabajaba, los golfistas y trabajadores comenzaron a notar lo que hacía.
Diego y yo propusimos una nueva regla: la regla del 3x1.
Por cada divot que alguien hacía, debía reparar tres. El padre de Capi abrió los ojos con sorpresa. —¿Y lo hicieron? Capi asintió con entusiasmo. —Al principio no todos querían participar, pero cuando me veían trabajar tan duro, algo cambió. 

 

-Hoy día si ves a un miembro con una gorra verde significa que esta aplicando la regla.

Con el tiempo, la regla del 3x1 se convirtió en una costumbre, y el campo empezó a sanarse más rápido de lo que nadie esperaba.

El padre de Capi lo miró con orgullo creciente. —Tienes razón, hijo. Estas enseñanzas son valiosas, no solo para los humanos, sino para todos. 

Has demostrado que un capibara puede marcar la diferencia, incluso en un mundo que no parece diseñado para él.

Mientras caminaban juntos por el campo, Capi sintió que había logrado algo más que defender a los humanos: había demostrado que las lecciones de respeto y trabajo duro eran universales.

Esa noche, bajo el cielo estrellado, el padre de Capi aceptó que su hijo había encontrado un propósito y un hogar en Santa María. Y aunque la separación era difícil, sabía que Capi estaba exactamente donde debía estar.

Lecciones de Integridad

Era un día emocionante en el campo de golf Santa María: el Club Championship estaba en pleno desarrollo. Capi, con su inseparable gorra verde, estaba más ocupado que nunca, ayudando a los golfistas, arreglando divots y asegurándose de que el campo estuviera perfecto para el gran evento.

Mientras caminaba cerca del hoyo 7, algo llamó su atención. Un joven jugador, que estaba buscando su pelota en el rough, miró a ambos lados para asegurarse de que nadie lo veía. Luego, con rapidez, sacó una pelota de su bolsillo y la colocó en una posición más favorable. Capi se quedó inmóvil, sorprendido. Sabía que algo estaba mal.

Capi corrió hacia Diego que estaba cerca supervisando los detalles del torneo. —¡Diego! Creo que vi a alguien haciendo trampa. Colocó su pelota cuando nadie lo veía —dijo Capi, preocupado. Diego suspiró y miró a Capi con seriedad. —Capi, el golf es un deporte especial. Es fácil hacer trampa porque la mayoría de las veces no hay nadie para supervisarte.

Pero ahí está la verdadera prueba: el golf no solo mide tu habilidad, mide tu integridad. Cada tiro te desafía a ser honesto contigo mismo y con los demás.

Capi lo escuchaba con atención mientras Diego continuaba. —El golf también es muy injusto, como la vida misma. Puedes hacer un gran tiro y el viento lo desvía, o tu pelota puede caer justo en un obstáculo. No puedes controlar todo lo que pasa. Pero lo que sí puedes controlar es cómo respondes. ¿Te rindes o sigues adelante? Capi asintió, entendiendo cada palabra. —Entonces, el golf no se trata solo de jugar bien... Diego sonrió. —Exacto. El golf forja tus valores, humildad, y a aceptar lo que no puedes cambiar. Pero también te enseña a nunca rendirte. Cada tiro es una oportunidad para intentarlo y recuperarte otra vez.

Capi se acercó al joven después de que terminó el torneo, el mismo lo estaba ganando.
—Hola —dijo Capi con su tono amable—.
Noté que colocaste una pelota en el hoyo 7.

¿Sabías que en el golf, cada tiro es una oportunidad para demostrar tu integridad? El joven se sonrojó, sorprendido de que alguien lo hubiera visto. —Yo... no pensé que alguien me estaba mirando —admitió, bajando la cabeza. Capi le sonrió. —No siempre necesitas a alguien que te mire. En el golf, como en la vida, los golpes no siempre son justos. Pero lo importante es cómo los enfrentas. No se trata de ganar, se trata de ser honesto contigo mismo y de nunca rendirte.   El joven asintió, agradecido por las palabras de Capi. —Tienes razón. Lo haré.

Al final del día, el joven se penalizó por haber perdido su bola y registro su golpes correctamente.

No ganó el torneo, pero se sintió más orgulloso de sí mismo que nunca. Cuando el torneo terminó, Diego miró a Capi con orgullo. —Hoy no solo ayudaste a cuidar el campo, Capi. Ayudaste a cuidar la esencia del golf: la honestidad, la paciencia y el respeto.

Y también mostraste que incluso cuando las cosas son injustas, uno nunca debe rendirse.  

Capi, con su gorra verde inclinada, sonrió satisfecho. Aprendió que, aunque el campo de golf podía enseñar muchas cosas, la lección más importante era cómo ser una mejor persona frente a los desafíos de la vida.  

Este entrañable cuento no solo muestra la importancia de jugar limpio, sino que destaca cómo el golf puede enseñar principios que transforman a quienes lo practican, convirtiéndolos en mejores personas dentro y fuera del campo.

Santa Maria Golf Club 2024